Busquemos la santidad

04.03.2014 08:59
 En el libro de Levítico en el capítulo 11, versículo 44 dice Dios a su pueblo “Me sereis santos, porque yo soy santo” y en la visión que tiene Isaías, los serafines se decían uno al otro “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso” (Isaías 6,3).
 
Santificar es dedicar a Dios una cosa o una persona, es querer consagrarse uno mismo para agradar a Dios y servirle, también puede significar apartarse, es decir, alejarse de la corrupción del mundo y vivir una vida plena de contemplación para Dios.
 
Es muy difícil que con las presiones que enfrentamos en estos días todos podamos apartarnos para consagrarnos plenamente a Dios, pero aún cuando no lo hagamos, podemos vivir vidas plenas para el Señor, vidas de madurez cristiana, fijando los ojos en el Señor y apartando de nuestra vida las cosas que no lo glorifiquen. Es importante que podamos identificar qué cosas nos separan de Él y cuáles nos hacen falta para acercarnos más: ¿qué debemos evitar?, ¿qué tenemos que aumentar?, ¿cómo podemos estar más cerca de Él?
 
Recordemos también que si el Espíritu Santo mora en nosotros somos su templo y por tanto también la santidad tiene que ver con cuidar nuestro cuerpo. La santidad no solo se refiere a la castidad sino a respetarnos, a alimentarnos adecuadamente, a cuidarnos, a vestirnos apropiadamente, a actuar en forma recatada, en fin, a reflejar nuestra reverencia por nuestro Dios.  Santidad no es sinónimo de tristeza, de dolor, de soledad, al contrario es sinónimo de genuina felicidad, de paz interior, de amor, de respeto y del inmenso gozo que dá realizar la voluntad de Dios a plenitud.