Salgamos de la cueva

23.06.2014 09:13

Conocemos esta historia del Libro primero de Reyes, es fascinante y refleja momentos de nuestra propia vida. Elías un profeta verdadero, oró a Dios e hizo que descendiera fuego del cielo para demostrar que era el Dios verdadero y mató a los falsos profetas (450 de Baal y 400 de Aserá) luego predijo que vendría lluvia. Es un momento de triunfo para cualquier profeta, para cualquier seguidor de Dios, contar con un respaldo maravilloso así, acabar con el mal y lograr bendición para toda la nación. Muchas veces tenemos esta actitud, estos momentos de triunfo, de victoria en nuestra vida espiritual y en nuestra vida profesional, sentimental,...

 

Pero luego, Jezabel, esposa de Acab,  amenaza a Elías y éste corre y se esconde. Esto me hace pensar que muchas veces nos escondemos en “cuevas”, se nos olvidan las grandes victorias, lo que hemos logrado y talvez una circunstancia, un detalle, una actitud de alguna persona hace que nos refugiemos, nos escondemos al principio por temor, por tristeza, pero sin darnos cuenta nos quedamos en la cueva de la “comodidad”, de la “falta de esfuerzo”, nos conformamos y así van transcurriendo días, meses, sin que nos percatemos.

 

Dios, contrario a lo que podemos pensar, comprende nuestra humanidad y lo primero que hace con Elías es darle de comer y hacer que descanse (1a. Reyes 19,5-6). luego lo anima a seguir.  Elías camina un poco y se refugia en la cueva, pero es increíble que no importando lo cansado o deprimido que estuviera, supo reconocer cuando realmente era Dios era quien le hablaba. No con una voz demandante como un viento recio, ni con un reproche fuerte como un terremoto, ni tampoco un desafío con el fuego, sino una voz suave y dulce que le preguntaba ¿Qué haces aquí? Era como la voz de un amigo o de un hermano que cuando nos ven tristes llegan y nos dicen ¿qué te pasa?, ¿por qué estás así? No era un reproche, era una pregunta con cariño y es la pregunta que nos hace con el mismo amor a nosotros es precisamente¿qué haces aquí? y luego nos dice: “levántate que te espera un largo camino”, en otras palabras, vamos es hora de vivir, sígueme te estas perdiendo cosas maravillosas, necesito tus brazos, necesito tus obras, tu trabajo. Decidamos salir de la cueva y servir a Dios.